10 de abril de 2014

Amor y patriarcado. Crear desde la libertad.

Abrimos esta sección de opinión con un texto de Laura y Clara.




Llevo un tiempo reflexionando sobre la liberación frente al género, sobre la libertad de ser quién somos, sobre romper las cadenas y ser quién queramos ser, vivir la vida que elijamos. He estado revisando mi vida, mis ataduras, mi existencia sumisa: silencios, consentimientos, violaciones aprobadas, malos tratos excusados… todo asentimiento, comprensión, buena voluntad. No quiero jugar un papel de víctima aunque me haya sentido violada en numerosas ocasiones; también he jugado a ser el verdugo, a violar decisiones de otras personas y a imponer criterios personales. Pero desde que he empezado a quitarme esa venda de los ojos y a dejar de justificar las actitudes sexistas, mi vida ha cambiado drásticamente.
Es muy difícil apartar el sexismo, superarlo, reconstruirse desde la equidad. Desde que nacemos, las personas vivimos rodeadas de marcas de estereotipos de género: colores, juguetes, actividades, comentarios… pero incluso cuando queremos librarnos de esas marcas, estamos enjauladas por las palabras, la estética, por actitudes mucho más profundas, estilos de vida, sentimientos (donde la culpabilidad tiene un importante papel). De repente, comienzas a dudar entre hacer o no cosas que has hecho siempre y que te apetece seguir haciendo: si la haces, aunque sea porque quieres, eres culpable por seguir un estereotipo; si no la haces, eres culpable por no decidir libremente. He sentido que haga lo que haga, siempre tendré la culpa.
Entonces me pregunto, ¿culpable? ¿Culpable ante quién? ¿Quién te juzga? ¿Eres tú misma la juez? Creo que no está bien martirizarse a una misma. La culpabilidad puede llegar a ser más destructiva que constructiva, nos puede empequeñecer, quitarnos las ganas de crear y crecer… Quizá es más importante ser consciente de cómo estamos haciendo una reflexión, ¿estamos tomando conceptos y ataduras patriarcales? ¿Nos sentimos oprimidas? ¿Solo las mujeres o cualquier persona podría estarlo?
La estructura social limita las posibilidades vitales, eso está claro. Pero el trato con los demás también nos construye y nos ofrece nuevos caminos, nos permite divisar nuevos mundos que queramos abarcar. Por ello, creo que es más interesante quedarse con la parte creativa de la sociedad que con la limitadora, es decir, no echarnos más culpas por lo que hacemos autónomamente, si esto surge de una reflexión libre en la que hemos sido capaces de conjugar nuestros instintos e impulsos con nuestra racionalidad. ¿Culpabilizarnos de aquello que sentimos, de aquello impulsivo e instintivo? Una emoción o un sentimiento es una muestra de la vida en nosotros, no nos martiricemos ni los reprimamos; ahora bien, en la posterior reflexión acerca del mismo, sí podemos y debemos intentar ver de dónde procede, qué influencias sociales puede tener, si nos parecen o no adecuadas, en qué medida si lo hubiéramos manifestado en sociedad esto hubiera sido bueno para la colectividad…  Es decir, se trata de no martirizarnos por los límites que pueda ponernos la sociedad, ¿pues acaso podremos librarnos de ellos? No, la vida en sociedad es necesaria para el ser humano. Se trata de construir nuestros propios “límites”, es decir, la sociedad que queremos.
Así que poco a poco estos obstáculos patriarcales se van superando, con sinceridad, expresando los sentimientos, con cercanía, compartiendo vivencias, apoyándonos entre todas, uniéndonos entre personas, sin miedo a criticar actitudes dañinas, sin miedo a autodefendernos o a parar los pies a quien intente agredirnos.
Sin embargo, el día a día sigue, la vida no se frena aunque no te haya dado tiempo a “reconstruirte”. Las experiencias se suceden, los sentimientos van pasando. Sentimientos tan importantes como el Amor. Concretamente, hoy me gustaría hablar del enamoramiento. Sí, de la dulzura de conocer a alguien poco a poco. De los nervios ante una situación que se escapa de tus manos, mientras deseas que otras manos sean las que te acaricien. La ansiedad por escuchar su voz. El placer de lo desconocido, lo sensible que se torna la piel, lo rápido que late el corazón, lo lento que pasa el tiempo en su ausencia.
Sin previo aviso surge todo esto. Sin que puedas, y quizá ni debas, controlarlo. Aparece esa persona. Llega y entra. Se adentra en tu vida sin pedir permiso. Y aunque lo hiciera, se lo darías encantada.
¿Qué está pasando? ¿Dónde han quedado todas esas reflexiones sobre el amor romántico? ¿Dónde has dejado la crítica al mito, a la idealización, a la dependencia? ¿Olvidaste que querías ser libre? ¿Es posible ser una persona libre y enamorada a la vez?
No sé. De repente, esa persona se vuelve tan importante que parece casi imprescindible. La echas de menos. Quieres escucharla, verla, sentirla cerca. Parece que quisieras poseerla, quién sabe si controlarla. Me gustaría que sintiera lo mismo, lo que considero una forma de control. De repente, surgen deseos posesivos, formas sutiles de patriarcado mezcladas con algo que intenta parecerse al amor.
Es cierto que en muchos casos todos estos pensamientos pueden ser patriarcales, propios de una lógica sexista y del amor romántico, pero no siempre es posible generalizar. Precisamente porque estos sentimientos pueden venir de una persona, independientemente del género que se la haya asignado. La necesaria convivencia en sociedad impone formas de interacción que son limitativas. No es una imposición el querer algo. No has forzado a nadie, ni verbal ni físicamente. Ni de ninguna manera. No quieres tener a una persona para ti, lo cual sí sería posesivo. Quieres compartir algo con una persona, quieres tener complicidad y amor con ella, porque crees en esos sentimientos, porque sabes que son bonitos, que es una interacción constructiva y que no hay intención dañina por ninguna parte. Es decir, quieres construir y crear, simpatizar y vivir experiencias. ¿Por qué una relación entre personas debería ser negativamente limitadora?  De la misma manera pudiera pasar con una amistad. Solo quieres compartir sentimientos y experiencias con una persona. Y no se da una relación de suma cero: podríais seguir compartiendo tú y ella mil y una experiencias más del tipo que queráis con quien queráis. ¿Dónde está la posesión? La vida está llena de personas que son compañeras, que a veces se acercan más o menos, que son más cómplices o no tanto. Las relaciones y las sensaciones varían. Pero nosotras siempre somos libres y responsables de nuestras decisiones, por mucho que alguien se acerque, es una ilusión el “fusionamiento” de dos vidas sin que exista un consentimiento por parte de ambas partes.
Pese a ello, es muy difícil  controlar, canalizar, cambiar todo esto. Cómo disfrutar del placer de conocer a alguien con la incertidumbre de no saber cuándo vendrá o si no vendrá jamás. Cómo sentir a esa persona como una compañera sin que nuestras vidas se fusionen. Cómo vivir una pasión como un fin en sí misma, desde una perspectiva de libertad y amor sano.
Algo claro es que para ello hay que erradicar al patriarcado, matar las actitudes sexistas, acabar con la violencia en las relaciones personales. La sumisión no ha de tener lugar en nuestras vidas. Ningún consentimiento, ninguna violación más. Pero ahora, al menos en mi vida real, estas ilusiones parecen más un mito que el propio amor romántico. Sin embargo, no dejaré que así sea. Hoy siento que debo cambiar, poco a poco, ir abriendo ese caparazón y llevar a mi entorno más personal estas ideas que tanto defiendo. Ante cada intento de agresión decir basta, cada sentimiento negativo expresarlo, cada emoción compartirla. Esta es una lucha que no es fácil,  una guerra que no acabará hasta cuando lo que nos una no sea la obediencia, sino el amor.
Para reconstruirnos desde un amor sincero y sano, en esta lucha, en este camino, en esta deconstrucción de los mitos que nos someten, la empatía tiene un papel muy importante. La empatía es esencial para vivir de manera sana una relación con otra persona. Y quizá sea más fácil explicar nuestros sentimientos hacia los comportamientos de otra persona si ésta nos explica su motivación, su intención. ¿Cuál ha sido la actitud de cada una, qué ha pasado realmente cuando se da un conflicto interpersonal? Porque perfectamente una misma puede ser artífice de una violación, sin percibirlo. De ahí la importancia de compartir. Desde el entendimiento y respeto mutuos eso sí. Si no hay igualdad de condiciones no puede darse la complicidad.
En definitiva, nos rodean las contradiciones, pero lo importante es que no nos opriman sino que nos hagan crear colectivamente, que nos hagan construir el mundo en el que queremos vivir. Por eso, hoy me gustaría poder decir me quiero, te quiero, os quiero, nos quiero…libres. Y vivir en consecuencia.



 Escrito por Laura y Clara.

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