Abrimos esta sección de opinión con un texto de Laura y Clara.
Llevo un tiempo reflexionando sobre la liberación frente al género, sobre la libertad de ser quién somos, sobre romper las cadenas y ser quién queramos ser, vivir la vida que elijamos. He estado revisando mi vida, mis ataduras, mi existencia sumisa: silencios, consentimientos, violaciones aprobadas, malos tratos excusados… todo asentimiento, comprensión, buena voluntad. No quiero jugar un papel de víctima aunque me haya sentido violada en numerosas ocasiones; también he jugado a ser el verdugo, a violar decisiones de otras personas y a imponer criterios personales. Pero desde que he empezado a quitarme esa venda de los ojos y a dejar de justificar las actitudes sexistas, mi vida ha cambiado drásticamente.
Es
muy difícil apartar el sexismo, superarlo, reconstruirse desde la equidad.
Desde que nacemos, las personas vivimos rodeadas de marcas de estereotipos de
género: colores, juguetes, actividades, comentarios… pero incluso cuando
queremos librarnos de esas marcas, estamos enjauladas por las palabras, la
estética, por actitudes mucho más profundas, estilos de vida, sentimientos
(donde la culpabilidad tiene un importante papel). De repente, comienzas a
dudar entre hacer o no cosas que has hecho siempre y que te apetece seguir
haciendo: si la haces, aunque sea porque quieres, eres culpable por seguir un
estereotipo; si no la haces, eres culpable por no decidir libremente. He
sentido que haga lo que haga, siempre tendré la culpa.
Entonces
me pregunto, ¿culpable? ¿Culpable ante quién? ¿Quién te juzga? ¿Eres tú misma
la juez? Creo que no está bien martirizarse a una misma. La culpabilidad puede
llegar a ser más destructiva que constructiva, nos puede empequeñecer,
quitarnos las ganas de crear y crecer… Quizá es más importante ser consciente
de cómo estamos haciendo una reflexión, ¿estamos tomando conceptos y ataduras
patriarcales? ¿Nos sentimos oprimidas? ¿Solo las mujeres o cualquier persona
podría estarlo?
La
estructura social limita las posibilidades vitales, eso está claro. Pero el
trato con los demás también nos construye y nos ofrece nuevos caminos, nos
permite divisar nuevos mundos que queramos abarcar. Por ello, creo que es más
interesante quedarse con la parte creativa de la sociedad que con la
limitadora, es decir, no echarnos más culpas por lo que hacemos autónomamente,
si esto surge de una reflexión libre en la que hemos sido capaces de conjugar
nuestros instintos e impulsos con nuestra racionalidad. ¿Culpabilizarnos de
aquello que sentimos, de aquello impulsivo e instintivo? Una emoción o un
sentimiento es una muestra de la vida en nosotros, no nos martiricemos ni los
reprimamos; ahora bien, en la posterior reflexión acerca del mismo, sí podemos
y debemos intentar ver de dónde procede, qué influencias sociales puede tener,
si nos parecen o no adecuadas, en qué medida si lo hubiéramos manifestado en
sociedad esto hubiera sido bueno para la colectividad… Es decir, se trata de no martirizarnos por
los límites que pueda ponernos la sociedad, ¿pues acaso podremos librarnos de
ellos? No, la vida en sociedad es necesaria para el ser humano. Se trata de
construir nuestros propios “límites”, es decir, la sociedad que queremos.
Así
que poco a poco estos obstáculos patriarcales se van superando, con sinceridad,
expresando los sentimientos, con cercanía, compartiendo vivencias, apoyándonos
entre todas, uniéndonos entre personas, sin miedo a criticar actitudes dañinas,
sin miedo a autodefendernos o a parar los pies a quien intente agredirnos.
Sin
embargo, el día a día sigue, la vida no se frena aunque no te haya dado tiempo
a “reconstruirte”. Las experiencias se suceden, los sentimientos van pasando.
Sentimientos tan importantes como el Amor. Concretamente, hoy me gustaría
hablar del enamoramiento. Sí, de la dulzura de conocer a alguien poco a poco.
De los nervios ante una situación que se escapa de tus manos, mientras deseas
que otras manos sean las que te acaricien. La ansiedad por escuchar su voz. El
placer de lo desconocido, lo sensible que se torna la piel, lo rápido que late
el corazón, lo lento que pasa el tiempo en su ausencia.
Sin
previo aviso surge todo esto. Sin que puedas, y quizá ni debas, controlarlo.
Aparece esa persona. Llega y entra. Se adentra en tu vida sin pedir permiso. Y
aunque lo hiciera, se lo darías encantada.
¿Qué
está pasando? ¿Dónde han quedado todas esas reflexiones sobre el amor
romántico? ¿Dónde has dejado la crítica al mito, a la idealización, a la
dependencia? ¿Olvidaste que querías ser libre? ¿Es posible ser una persona
libre y enamorada a la vez?
No
sé. De repente, esa persona se vuelve tan importante que parece casi
imprescindible. La echas de menos. Quieres escucharla, verla, sentirla cerca.
Parece que quisieras poseerla, quién sabe si controlarla. Me gustaría que
sintiera lo mismo, lo que considero una forma de control. De repente, surgen
deseos posesivos, formas sutiles de patriarcado mezcladas con algo que intenta
parecerse al amor.
Es
cierto que en muchos casos todos estos pensamientos pueden ser patriarcales,
propios de una lógica sexista y del amor romántico, pero no siempre es posible
generalizar. Precisamente porque estos sentimientos pueden venir de una persona,
independientemente del género que se la haya asignado. La necesaria convivencia
en sociedad impone formas de interacción que son limitativas. No es una
imposición el querer algo. No has forzado a nadie, ni verbal ni físicamente. Ni
de ninguna manera. No quieres tener a una persona para ti, lo cual sí sería
posesivo. Quieres compartir algo con una persona, quieres tener complicidad y amor
con ella, porque crees en esos sentimientos, porque sabes que son bonitos, que
es una interacción constructiva y que no hay intención dañina por ninguna
parte. Es decir, quieres construir y
crear, simpatizar y vivir experiencias. ¿Por qué una relación entre
personas debería ser negativamente limitadora?
De la misma manera pudiera pasar con una amistad. Solo quieres compartir
sentimientos y experiencias con una persona. Y no se da una relación de suma
cero: podríais seguir compartiendo tú y ella mil y una experiencias más del
tipo que queráis con quien queráis. ¿Dónde está la posesión? La vida está llena
de personas que son compañeras, que
a veces se acercan más o menos, que son más cómplices o no tanto. Las
relaciones y las sensaciones varían. Pero nosotras siempre somos libres y
responsables de nuestras decisiones, por mucho que alguien se acerque, es una
ilusión el “fusionamiento” de dos vidas sin que exista un consentimiento por
parte de ambas partes.
Pese
a ello, es muy difícil controlar, canalizar,
cambiar todo esto. Cómo disfrutar del placer de conocer a alguien con la
incertidumbre de no saber cuándo vendrá o si no vendrá jamás. Cómo sentir a esa
persona como una compañera sin que nuestras vidas se fusionen. Cómo vivir una
pasión como un fin en sí misma, desde una perspectiva de libertad y amor sano.
Algo
claro es que para ello hay que erradicar al patriarcado, matar las actitudes
sexistas, acabar con la violencia en las relaciones personales. La sumisión no
ha de tener lugar en nuestras vidas. Ningún consentimiento, ninguna violación
más. Pero ahora, al menos en mi vida real, estas ilusiones parecen más un mito
que el propio amor romántico. Sin embargo, no dejaré que así sea. Hoy siento
que debo cambiar, poco a poco, ir abriendo ese caparazón y llevar a mi entorno
más personal estas ideas que tanto defiendo. Ante cada intento de agresión
decir basta, cada sentimiento negativo expresarlo, cada emoción compartirla.
Esta es una lucha que no es fácil, una
guerra que no acabará hasta cuando lo que nos una no sea la obediencia, sino el
amor.
Para
reconstruirnos desde un amor sincero y sano, en esta lucha, en este camino, en esta
deconstrucción de los mitos que nos someten, la empatía tiene un papel muy importante. La empatía es esencial para
vivir de manera sana una relación con otra persona. Y quizá sea más fácil
explicar nuestros sentimientos hacia los comportamientos de otra persona si
ésta nos explica su motivación, su intención. ¿Cuál ha sido la actitud de cada
una, qué ha pasado realmente cuando se da un conflicto interpersonal? Porque
perfectamente una misma puede ser
artífice de una violación, sin percibirlo. De ahí la importancia de
compartir. Desde el entendimiento y respeto mutuos eso sí. Si no hay igualdad
de condiciones no puede darse la complicidad.
En
definitiva, nos rodean las contradiciones, pero lo importante es que no nos
opriman sino que nos hagan crear colectivamente, que nos hagan construir el
mundo en el que queremos vivir. Por eso, hoy me gustaría poder decir me quiero,
te quiero, os quiero, nos quiero…libres. Y vivir en consecuencia.
Escrito por Laura y Clara.
No hay comentarios:
Publicar un comentario