“Elige
la vida. Elige un empleo. Elige una carrera. Elige una familia. Elige
un televisor grande que te cagas. Elige lavadoras, coches, equipos de
compact disc y abrelatas eléctricos. Elige la salud, colesterol bajo
y seguros dentales. Elige pagar hipotecas a interés fijo.”
(Trainspotting,
Danny
Boyle, 1996).
Este es
el futuro que nos venden desde que somos pequeños, pero ¿qué
tenemos que hacer hasta llegar ahí?
Por
desgracia la vida no es tan bonita ni fácil como la pintan en las
películas o como nos la venden nuestros padres cuando somos pequeños
ya que para llegar ahí vas a tener que hacerle la pelota a tus
profesores, vas a tener que arrastraste tras tu jefe para que te
renueve el contrato, si, ese contrato basura que tienes firmado de
becario en una empresa por un sueldo de miseria. Pero, ¿quién
protege a estos trabajadores? ¿quién les ayuda a salir de ese ciclo
precario? ¿los partidos socialdemócratas? No, ellos están
demasiado ocupados tratando de llegar al poder. ¿Los sindicatos?
Tampoco, ellos defienden los derechos de los trabajadores, así que
olvídate, porque tú no eres un trabajador, estas en un nivel
inferior.
Como
dice David Rueda en su libro Social Democracy
inside out,
desde la década de los 70 han empezado a marcarse más las
diferencias entre los trabajadores. Rueda los divide principalmente
en dos categorías: los insiders,
es decir, trabajadores que están dentro del mercado laboral, tienen
cierta estabilidad y seguridad en su puesto de trabajo. Y por otro
lado los outsiders,
los
que están fuera del mercado laboral, es
decir, que no tienen estabilidad laboral o que directamente no tienen
trabajo. Básicamente la diferencia radica en la vulnerabilidad que
tiene cada categoría ante el desempleo.
Tanto
los partidos socialdemócratas como los sindicatos han tendido a la
representación y protección de los primeros, los insiders,
mientras han dejado, salvo excepciones, a los outsiders
abandonados, olvidados.
Pero,
¿por qué los han olvidado? ¿qué tienen los outsiders
para que durante tantos años nadie se haya preocupado de ellos?
Aunque
no es una traducción literal, los outsiders
son personas en situación de desempleo involuntario o con trabajos
precarios, es decir, personas con trabajos con unos bajos niveles de
protección y derechos laborales, con bajos salarios. También son
personas con contratos temporales que van saltando de puesto de
trabajo en puesto de trabajo, o personas que tienen trabajos a
tiempo parcial involuntariamente. Y la forma más actual de formar
parte de los olvidados y del club de los precarios son los contratos
de formación, es decir, el camuflaje de puestos de trabajo bajo un
contrato, donde tú en teoría tienes que estar recibiendo una
formación para tu futuro, pero en realidad estas cubriendo un puesto
de trabajo prácticamente gratis y sin ningún tipo de derecho
laboral.
Los
sectores más vulnerables a formar parte de los outsiders
son los jóvenes y las personas mayores de 50 años, pero
transversalmente está también la diferencia de género. Si eres
mujer sufres todavía más vulnerabilidad.
El
problema de la precariedad es que es muy difícil de articular, de
conseguir algún cambio por la propia esencia de los outsiders.
Por
ejemplo, los sindicatos suelen organizarse por secciones, pero si
eres una persona que cada 6 meses está cambiando de trabajo, por
mucho que estés afiliado a un sindicato, no van a poder ayudarte.
¿Qué vas a estar, 6 meses en la sección de la metalurgia, luego
pasas otros 6 meses en la sección de la educación y así
consecutivamente? De esta manera la propia estructura sindical cierra
la puerta a los precarios.
Por otro
lado, también es muy difícil que los propios precarios se organicen
en sus puestos de trabajos temporales, ya que si una empresa tiene
que cubrir 5 puestos de trabajo y los cubre con becarios, los va a ir
cambiando cada cierto periodo de tiempo. Lo que esa volatilidad va ha
hacer es que sea muy difícil la organización de esas personas, y si
lo consiguen, simplemente con que la empresa despida a los cinco y
contrate cinco nuevos, acaba con su organización.
También
los propios precarios tienen la esperanza de que en algún momento
llegarán a ser insiders.
Con
la promesa de las empresas de que en el futuro tendrán su esperado
contrato como trabajador, cierran más puertas todavía a una posible
organización,
ya que no son conscientes de esa situación que ellos quieren creer
que es temporal. Quieren creer que cuando entran de becarios solo
estarán 6 meses y que después les harán un contrato real, por lo
que mientras, se esfuerzan todo lo que pueden para poder conseguir
ese puesto de trabajo tan cotizado hoy en día, que en sí mismo no
es malo. Lo que es malo es que en esa situación de prueba constante,
y ante la premisa de que sí lo haces bien tendrás tú contrato,
llegamos al límite de hacer todo lo que nos digan o nos manden solo
por demostrarles que seremos buenos trabajadores.
Un
problema más de los becarios es que tienen que luchar contra viento
y marea, no tienen nada a su favor. Está la propia empresa que los
usa como mano de obra barata, y están sus “compañeros” de
trabajo a los que irónicamente les vienen bien también estos
becarios, ya que así les quitan trabajo de encima y probablemente el
trabajo más sucio de la empresa.
Por
último, y rozando el límite de la locura en la precariedad están
los voluntarios. Desde fuera a muchas de esas personas que están en
algunas empresas u ONGs de voluntariado las vemos como unas
maravillosas personas con un gran corazón y con muchas ganas de
ayudar a los más necesitados, y nada más lejos de la realidad.
Muchas de ellas son así, pero también existe el lado oscuro y
precario de los voluntarios. Son personas que por su propia formación
están preparadas para trabajar en el tercer sector, pero ciertas
empresas, principalmente ONGs, les fomentan que estén de voluntarios
uno o dos años y así ganar experiencia en su sector para luego
poder encontrar ese maravilloso puesto de trabajo que están
buscando, cosa que en muchos casos no sucede porque finalmente son
sustituidos por nuevos voluntarios con sus mismas esperanzas.
Lo más
turbio de esta situación es que para desarrollar este voluntariado,
que puede llegar a durar hasta los tres años, te pidan una formación
específica como psicólogo, trabajador social, educador social etc.
que acaban nuevamente cubriendo puestos de trabajo sin contratos ni
derechos.
¿Quién
se acuerda de estas personas? ¿Quién hace algo por ellos? ¿Cómo
vas a poder ayudar a trabajadores que directamente no tienen ni la
propia consideración legal de trabajador?
Estas
personas han sido olvidadas por los partidos socialdemocracias, los
mismos que crearon los trabajos temporales. Han sido olvidados por
los sindicatos que defienden a los trabajadores, pero no a los que
ocupan este tipo de trabajos que no están reconocidos. Pero también
han sido olvidados por ellos mismos, porque antes que reivindicar sus
derechos prefieren pasar por el aro temporalmente para conseguir ese
trabajo. El problema es que muchas veces esta precariedad se vuelve
crónica y acabas encadenando contratos precarios sin ninguna visión
de futuro. Y al final no tienes vida, no tienes empleo, tampoco ese
televisor grande que te cagas, ni el coche, ni la casa, ni la
familia.
Olvidados
por todos, reconocidos por nadie.
Escrito por Daniel N.S.